Ella atravesaba todos los límites. Lo sabía. Era la rebelde del grupo. Solía ir en contra de la corriente.
Cuando el viento las llevaba hacia la izquierda, ella hacía fuerza para volar hacia la derecha. Cuando las demás chillaban al quedar empapadas por la lluvia, ella disfrutaba de ese baño gratuito. Si sus compañeras eludían a los bichitos, ellas los invitaba a que pasaran a visitarla. Todo a contramano. Todo a contraluz para la hoja revolucionaria.
Ella sabía que tenía el poder de elegir su propio camino, entonces, si no le agradaba el verde ¿por qué debía seguir la corriente de la moda?
Le costó encontrar nueva ropa al principio, pero finalmente pudo vestirse de marrón. ¡Qué lindo le quedaba! Era el tono indicado para ella. No era cremita, tampoco tierra, sino la conjugación perfecta del otoño. Contrastaba con todas las demás. Verdaderamente, se hacía resaltar.
A pesar de haber conseguido nuevo atuendo no estaba conforme, aún. No se sentía cómoda junto a sus vecinas, por lo que pensó en irse de viaje por un tiempo.
Todavía no podía sacar pasaje, ya que faltaban 4 meses y 12 días para el 21 de marzo. No tenía tanta paciencia. No podría esperar. ¿Cómo iba a lograrlo? ¿Sería la primera vez que la hoja alborotada no cumpliría su cometido? No se lo podía permitir. Ni la más sedienta de las tormentas la iba a detener. Era cuestión de concentración.
Lunes 6 a.m. Las demás hojas están por despertar. Debe partir antes de que madruguen. Lo practicó, no puede salirle mal.
Comienza el ritual. Piensa en su deseo. Se aísla de su periferia. Cierra sus oídos y abre su mente. Es un intento de Om. Ya está por lograrlo, falta un pedacito. Solo un poco más. Se quiebra. Nuestra hoja logra separarse del árbol carcelero para escapar hacia otro lugar… hacia su lugar.
De a poco va cayendo. Suave y cuidadosamente. Toca tierra firme por primera vez. Se ve diferente desde esta perspectiva. El pasto se huele más sabroso que nunca.
¿Y ahora qué pasa? ¿Cómo sigue el viaje? ¿Quién la llevará?
Eso no es problema para nuestra rebelde. Sabe que si no es un huracán, será una brisa la que la deslice por la pileta de aire. El primer pasito está consumado. El resto son recuerdos futuros.