sábado, enero 26, 2008

La Patria

Es que cuando digo Patria me refiero a la Patria de todos, a la de los cinco mares océanicos, esa que compartimos de tierra y cielo.
No hablo yo de un segmento delimitado, ese que se dice gobernado representativamente [punitiva representación de una ausencia]. Yo me refiero a los colores que nos prestamos, a este aire que es de todos: un poco de acá y un poco de allá. Me refiero a las dos mitades sumadas, al norte y al sur tomados de la mano.
Mi Patria, que es la tuya y que da gusto sentirla calentita, después de ser usada, de ser aprovechada.
Entonces cuando mis lágrimas bailan apretadas de emoción, extraviando penas, me doy cuenta de que entienden que las firmes líneas de un mapa pierden tanta representación como los gobiernos cuando, la gente, clama por una Patria común, por un multiculturalismo epidémico.
La gente ya no desea que el país los forme rectitos, soldaditos, sin reacción ni protesta. Ahora ansían formar, ellos, un sin-límite sin-nombre, un algo de todos, un todo de todos.
Cuando este momento llegue, la perennidad se va a volver palpable. En ese espacio mutuo, en ese tiempo imbatible e inagotable.
Cuando todos seamos uno.
Ahora sí, última subida por ahora.
Emprendo mi viaje pasado mañana, por lo que aprovecho para agradecerle millones a todos los que han mantenido vivo el blog. Gracias por leerme, por visitar mis pagos, por hablar conmigo.
Grazie y que tengan un año de puta madre!
Volveré!

miércoles, enero 16, 2008

Para variar

El calor chorreaba por las paredes y la humedad no paraba de hacerle peso contra los hombros. Su cuerpo parecía estar cubierto de axilas sudorosas y su techo, de ventiladores frustrados. El desgastado sillón encastraba a su cuerpo tal como un anillo de casamiento; se había amoldado plastilínicamente a su sentar. Su elegante pelo, ordinariamente ondulado, parecía haber jugado a frotarse contra una regla para generar una vulgar electricidad; ningún anti-friz publicitado hasta el momento podría haberle quitado esa posición antigravitatoria.
Su domingo estaba transcurriendo de manera rutinaria, como cualquier otro domingo de pizza y fútbol, a diferencia de que esta vez los goles gritados lo dejaban sin aire para respirar. La monotonía nunca se había hecho notar, pero ese día, gracias a las altas temperaturas y a las molestias que estas provocaban, se dio a conocer. La inercia se burló de Juan y lo hizo fastidiarse.
De repente, la solución más simple que podría haberse presentado, comenzó a ocupar su lugar en el cielo. Varios algodones color polvo se fueron acumulando hasta desplazar por completo al celeste claro que, hasta el momento, jugaba de titular. Los ojos de Juan, desviaron su mirada de la pantalla y se posaron atentamente ante ese generoso paisaje.
La primera gota nació del panorama y junto a ella, la sonrisa de su espectador.
Ya no sentía pesadez.
La pizza se enfrió y la calle tuvo compañía sin paraguas.