miércoles, julio 26, 2006

Divinidad

Mil rulos saltarines juegan en el enredo de ese lago rubio mientras una fugaz mariposa sobrevuela su cabellera. ¡Si tan solo pudiera detenerse inmóvil en el aire para apreciar esa sopa de rizos!
El paisaje le sienta justo a esos ojos de nuez que entrecruzan matices insuperables. No existe contemplación más intensa que la de su mirada de chocolate. Podría pasarme ratos devorando aquel cuadro, invocando más horas que extiendan mi día de devoción.
Esa tibieza, esa armonía que emana de sus pecas radiactivas. Invitaría a cada una de ellas a bailar una efusiva salsa que deleitara al edén con su excentricidad. Humilde suntuosidad conlleva en su piel desde el instante de su creación. Pareciera que el más majestuoso pintor le hubiese obsequiado su mejor producción y luego la hubiera mutado en su tez.
Descansando se encuentra ahora ese tobogán de serenidad, de ensueños clandestinos que se cuelan en mi conciencia infatigablemente. ¿Puede una sencilla sonrisa albergar tanta placidez? La de él lo logra, conjugándose con sus primordiales huequitos, esos que acrecientan aún más su divinidad.
¡Compilación, cuán bella fusión!

lunes, julio 03, 2006

Bosquejo de algunos anhelos

Y es que si me moviera, el derrumbe de la irreprensible partitura sería catastrófico. Es una opción, yo no la elijo.
El hijo del carnaval carioca de esta fábula aprendió a caminar antes que a gatear. Fue muy precipitado de su parte creer que incubando capullos de margaritas, unas hermosas calas florecerían.
¿Serían desmesuradas mis tendencias en aquel momento o, por el contrario, mi sumisa templanza habría llegado a un punto tal que, ni siquiera una era glacial la hubiese podido despertar de esa onírica fase?
Facetas de un monstruo aparente se dibujan en mi mente y garabatean con piedritas en la mano una alucinación troglodita, hambrienta de expropiar las exiguas chances que me quedan.
Que dando pasos hacia arriba no se avanza… ya lo sé! Bueno, no sé si lo sé, debería saberlo, o simular que lo sé. O no saber nada y fumigar mis contagiosos pensamientos, esos que infectan a mi corazón y a mi espíritu (yo los había vacunado, no sé cómo se dejan dominar así!).
Asisto a mi idílico espejismo, pero no soy la actriz principal: ese payaso verde me robó el protagonismo. Tiene con que hacerlo. Al fin y al cabo su eximia aparición siempre es ovacionada por… mí?
Misterios intermitentes irradian enigmas blanquecinos, casi transparentes, tanto como su salida. Se dejan arropar por la muñeca de aquella niña, ese fantasma enérgico que nunca pierde esperanzas. Siempre fiel a su prolífera sonrisa, a su mar de calma.
Cal, más cemento y una pizca más de yeso. Intento construir el muro contra la decepción. Igualmente, semejante tarea no podrá ser finalizada ni en el próximo siglo. Tal vez con voracidad de acabar se pueda adelantar el proceso.
Sé, sobre todo, que el improductivo fotógrafo de mis acciones perderá pronto su trabajo, pese al gran esfuerzo que realizó. Yo arruiné su tarea, mis sentimientos son insondables en la práctica, por lo tanto en vano capturó esas imágenes, no son serias (mentiría diciendo que su veracidad se enarbola ante la vista del hipnotizado).
Tiza dolorosa se clava en el pizarrón de mi esencia. Sus letras rasguñan palabras que no quiero oír, palabras que no debería escuchar, porque no son sinceras.
¿Será su voz el abrigo de un alma que escatima espontaneidad? Espero que sí. Presumo que pronto esta estéril ficción buceará en un mar inundado de estrellas y se empapará de su magia para infundirse osadía.