viernes, marzo 23, 2007

En el teatro


Tarima substancial imponiéndose en el ambiente. Ojos, ávidos de arte, en estado de vigilia. Cálido reflejo de iluminación penetrando en el escenario. La expectativa de carne y hueso ansiando la función. Pañuelos cual esponjas absorbiendo el abundante sudor de la frente de varios caballeros. Abanicos luchando contra el aire para producir una mínima brisa que cure el acaloramiento de la espera. Restos de uñas repartidas por el piso decorando la alfombra recién limpiada. Un momento en el que, hasta Romeo temería besar los sumisos labios de Julieta frente a tanta exigencia.
El gran héroe hace aparición (aunque lo único que tiene de héroe, en realidad, se lo debe a su madre que lo bautizó Ulises). El pobre hombre ni siquiera cumple un papel importante en la obra: es el mayordomo de la Condesa. Es entendible, de todos modos, que ante tamaña impaciencia, cualquier objeto con movimiento que se hubiera presentado en el escenario habría causado semejante conmoción.
Mar de aplausos. Calma nuevamente.
Shock. El pobre Ulises no sabe como lidiar con tanta demanda, y gotas imprevistas comienzan a desplazarse desde su frente hacia su mentón. Sus ojos rojos: por la luz, por la estupefacción, por las lágrimas dispuestas a brotar. Gelatina. Eso parecen haber desayunado sus piernas que ondean al compás del piano que se escucha de fondo. Sus dientes parecen comerse entre sí debido a tanto tiemble.
Da un dudoso paso a la derecha confiado de que ya puede llevar a cabo su representación, pero sus embalsamados pies le juegan una mala pasada haciéndolo tropezar con el gato del jardinero que también forma parte de la escena (por suerte no está hecho con más que lana y algodón).
Tumbado en el piso y doblemente atemorizado se encuentra, ahora, el mayordomo. Gatear, es lo único que se le ocurre hacer. Desesperado, como buscando respirar luego de un naufragio. Araña el piso. A su parecer el público parece convertirse en juez con cara de Satán.
Se pone de pie (ni él sabe cómo) y tomando otro rumbo esta vez, corre hacia la izquierda como si un huracán lo estuviera empujando. Logra escapar. Se desmaya detrás de escena.
Los espectadores acaban de ver la mejor interpretación de toda la noche. Nunca antes habían observado tanta precisión y autenticidad en una personificación.
Sus aplausos lo dicen todo. Van quedando rojas las manos. Y alguna que otra señora lagrimea conmovida.
Ulises, abstraído del mundo; soñando en su desvanecimiento que le gana a los nervios y logra interpretar su vulgar personaje.

miércoles, marzo 14, 2007

Conformidad


El ventilador en su cara. El viento en su pelo. El calor merodeando por el comedor. Su cuerpo tenso, frente al cuaderno.
Frunce el ceño. Sus ojos de distorsionan. Sus puños se aprietan como aferrándose al aire. Su mente carbura a más de tres mil por hora. Sale humo. Evaporación. Comienzan las estrellitas. Se ve luz. Luz irradiando de su cabeza. Ahí sale, ahí está.
Brotó una idea. Arduo trabajo.
Sonrisa en su rostro. Suavidad y alivio en el ambiente.