viernes, abril 28, 2006

Las sabidurías de una mente necesitada

En el vagón terminal de un furgón celestial. Allí está. Yo no la puedo ver. Sinceramente esta todo muy nubloso en esta tierra de limón. Quién es su acompañante, no lo sé. Nadie lo sabe, ni siquiera los que aseguran con cuerpo y alma haberla conocido. No es posible, se camufla muy bien. Es la reina de los disfraces, de la simulación. Todos mis deseos se reúnen en un debate consensual y deciden que solo a ella vamos a dedicar nuestra búsqueda. Cuan insípido juega el itinerario de mi porvenir. Cómo intenta masacrarme con dardos incandescentes! (no lo logra, me corro justo a tiempo). Sé que va a ser difícil, pero la muy hermosa se hace desear. La muy virtuosa me tienta a tropezar si fuese necesario. La muy atrevida me desafía. No puedo negarme. Un desafío para mí es como una cruel gota de agua para el desierto. La alcanzaré en alguna era o simplemente la soñaré cada 30 de febrero, quién sabe. La única certeza es que la reuniré en pedacitos; me va a ser muy complicado poseerla de manera completa. Igualmente no siento agobio al prescindir de aquella belleza. Siempre supe que iba a ser mi meta. Más allá del sórdido escenario que me presenta hoy mi futuro pasado, firmo un solemne contrato de arena (de mi playa predilecta) el cual afirma que con dedicación y valentía yo transitaré el camino hacia La Libertad. Estoy segura de que encontraré a la picarona escurridiza. Aunque toda la vida me lleve esta fantasía no cederé mi etiquetada butaca.
Los cinco dados sumarán treinta y seis en el primer tiro. El gato caerá boca abajo. La escarcha no perecerá en el verano. La palabra murciélago llevará las siete vocales. Y yo seré feliz sabiendo que ella rozó mi mejilla con la punta de la yema de sus finos y liberadores dedos.