lunes, julio 23, 2007

No siempre es igual

Las estrellas le muerden el pelo y los pies ya se sienten fríos. Sabe que la aguarda un excesivo aire acondicionado de tres bajo cero y el colectivo que no llega hasta pasados los quince minutos de espera. El viento se escurre entre sus pestañas que ya no sirven y que descuidan a sus indefensos resguardados.
Se ven venir luces amarillas que la invitan a subir amaneciendo su recorrido. El viaje se aburre de sí mismo; el coro de ronquidos es el disk jockey de la no-fiesta. Un paisaje insulso puebla su mente y la dormita en ojos pseudodespiertos.
Copo. Blanco, redondo y del sur. Mira mejor. Y Copo.
Que espere la facultad, hay tiempo para estudiar. Se levanta y suena estridente el timbre que cesa con la canción de fondo.
Sus pies tocan baldosas rociadas y el frío desaparece en éxtasis. El barrio no la conoce así como ella tampoco, a él. Es lo de menos.
Sus manos se posan cual estatuas cortando al congelado aire y reciben complacidamente a la idealizada lluvia de cenizas navideñas.
Lo imposible muere y nace en sus dedos.

domingo, julio 08, 2007

Historia de vampiros

Era un vampiro que sorbía agua
por las noches y por las madrugadas
al mediodía y en la cena.
Era abstemio de sangre

y por eso el bochorno
de los otros vampiros
y de las vampiresas.
Contra viento y marea se propuso

fundar una bandada
de vampiros anónimos,
hizo campaña bajo la menguante,
bajo la llena y la creciente
sus modestas pancartas proclamaban,
vampiros beban agua
la sangre trae cáncer.
Es claro los quirópteros

reunidos en su ágora de sombras
opinaron que eso era inaudito,
aquel loco aquel alucinado
podía convencer a los vampiros flojos,
esos que liban boldo tras la sangre.
De modo que una noche

con nubes de tormenta,
cinco vampiros fuertes
sedientos de hematíes, plaquetas, leucocitos,
rodearon al chiflado, al insurrecto,
y acabaron con él y su imprudencia.
Cuando por fin la luna

pudo asomarse
vio allá abajo
el pobre cuerpo del vampiro anónimo,
con cinco heridas que manaban,
formando un gran charco de agua,
lo que no pudo ver la luna
fue que los cinco ejecutores
se refugiaban en un árbol
y a su pesar reconocían
que aquello no sabía mal.
Desde esa noche que fue histórica

ni los vampiros, ni las vampiresas,
chupan más sangre,
resolvieron
por unanimidad pasarse al agua.
Como suele ocurrir en estos casos

el singular vampiro anónimo
es venerado como un mártir.


Mario Benedetti