No siempre es igual
Las estrellas le muerden el pelo y los pies ya se sienten fríos. Sabe que la aguarda un excesivo aire acondicionado de tres bajo cero y el colectivo que no llega hasta pasados los quince minutos de espera. El viento se escurre entre sus pestañas que ya no sirven y que descuidan a sus indefensos resguardados.
Se ven venir luces amarillas que la invitan a subir amaneciendo su recorrido. El viaje se aburre de sí mismo; el coro de ronquidos es el disk jockey de la no-fiesta. Un paisaje insulso puebla su mente y la dormita en ojos pseudodespiertos.
Copo. Blanco, redondo y del sur. Mira mejor. Y Copo.
Que espere la facultad, hay tiempo para estudiar. Se levanta y suena estridente el timbre que cesa con la canción de fondo.
Sus pies tocan baldosas rociadas y el frío desaparece en éxtasis. El barrio no la conoce así como ella tampoco, a él. Es lo de menos.
Sus manos se posan cual estatuas cortando al congelado aire y reciben complacidamente a la idealizada lluvia de cenizas navideñas.
Lo imposible muere y nace en sus dedos.
Se ven venir luces amarillas que la invitan a subir amaneciendo su recorrido. El viaje se aburre de sí mismo; el coro de ronquidos es el disk jockey de la no-fiesta. Un paisaje insulso puebla su mente y la dormita en ojos pseudodespiertos.
Copo. Blanco, redondo y del sur. Mira mejor. Y Copo.
Que espere la facultad, hay tiempo para estudiar. Se levanta y suena estridente el timbre que cesa con la canción de fondo.
Sus pies tocan baldosas rociadas y el frío desaparece en éxtasis. El barrio no la conoce así como ella tampoco, a él. Es lo de menos.
Sus manos se posan cual estatuas cortando al congelado aire y reciben complacidamente a la idealizada lluvia de cenizas navideñas.
Lo imposible muere y nace en sus dedos.